Consecuencias físicas de caídas en ancianos: revisión de literatura de 1995 a 2010
Se seleccionaron y analizaron un total de 87 publicaciones, de las cuales 81 eran publicaciones de revistas de base de datos científica y 6 artículos publicados en capítulos de libros o informes de especialidad obtenidos de la búsqueda manual. Las publicaciones procedían de 25 países diferentes del mundo y representaban a todos los continentes, con excepción de África. La mayor incidencia geográfica, con cerca del 82% del total de publicaciones, se identificó en dos continentes: América del Norte y Europa. América del Sur y Asia representan el 18% del total de publicaciones. Se consideró que las publicaciones de Turquía, Israel e Irán eran del continente asiático.
Patologías de envejecimiento que potencian caídas
Las caídas son eventos que dependen de múltiples factores y pueden estar relacionados con la presencia de patologías. Las patologías inherentes al proceso de envejecimiento, que pueden conducir a la caída de la población de edad avanzada, son numerosas y diversas. Por lo tanto, se consideraron cuatro categorías: neurológica, musculoesquelética, cardiovascular y otras patologías (ver Tabla 1). Las patologías neurológicas y musculoesqueléticas fueron las más referenciadas en la literatura analizada. Las patologías cardiovasculares también tuvieron una incidencia considerable de referencias, aunque pequeña en comparación con las primeras. En la Tabla 1 se muestran las referencias bibliográficas de cada tipo de patología y el número de veces referenciadas (en porcentaje).
En la literatura seleccionada, las enfermedades neurológicas, como el ictus (13,7%), la demencia (10,3%), los trastornos vestibulares/equilibrio (10,3 %) y el Parkinson (9,1%), son las patologías de envejecimiento más referenciadas como propiciadoras de caídas en la población anciana.
En cuanto a patologías musculoesqueléticas, la osteoporosis fue la patología con mayor incidencia de referencias (16 %), seguida de pérdida de densidad muscular (9,1 %) y artritis (6,8 %). Los problemas en las extremidades inferiores y las deformidades articulares también fueron enfermedades comunes en los ancianos en caída, pero con una menor incidencia de referencias (3,4 y 2,2 %, respectivamente).
Las enfermedades cardiovasculares, como la hipotensión ortostática (6,8%), las arritmias (3,4%) y el síncope (3,4%), también son patologías frecuentes debido al proceso de envejecimiento y también pueden provocar caídas.
En la categoría de “otras patologías”, se identificaron las siguientes patologías típicas del envejecimiento que pueden provocar caídas: diabetes y depresión (4,5 %), neumonía e infecciones pulmonares (2.2 %) y trastornos del sueño (1,1 %).
Las causas y factores de riesgo de caídas
La Tabla 2 identifica múltiples causas y factores de riesgo de caídas en la población anciana, así como la incidencia respectiva en la literatura revisada. Las causas y los factores de riesgo de las caídas son muy diversos, y varios de estos factores pueden ocurrir simultáneamente. Debido a esa diversidad, las causas y los factores de riesgo de caídas se agruparon en cuatro categorías, análogas a las adoptadas por la Organización Mundial de la Salud, en el Informe Mundial de la OMS sobre Prevención de Caídas en la Tercera Edad :
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Comportamiento, características de las acciones humanas, emociones o elecciones diarias;
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Características biológicas del individuo pertinentes al cuerpo humano;
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Medio ambiente, interacciones entre la condición física del individuo y el entorno circundante;
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Socio-económico, relacionado con la situación social y económica del individuo.
Los resultados de este análisis se muestran en la Tabla 2. Las causas de comportamiento y los factores de riesgo más referenciados en la literatura revisada fueron la sobredosis de medicamentos (con un 32,1 %) y el miedo a caerse, sin haber caído antes o después de la primera caída (29,8 y 22,9%, respectivamente). La reducción de la actividad física (16 %), la realización de actividades de la vida diaria (11,4 %) y el consumo de alcohol (10,3 %) se ubican en el grupo de incidencia intermedia. En el grupo de incidentes más pequeño, se identificaron los siguientes: resbalones (6,8 %), desmayos (4.5%), así como el tabaquismo y el uso inadecuado de calzado (ambos con un 3,4 %).
En cuanto a las causas biológicas y los factores de riesgo, la mayor incidencia fue la falta de equilibrio durante la marcha (33,3 %), la degradación musculoesquelética y sensorial (26,4 %), la dependencia funcional de la movilidad (25,2 %), el deterioro cognitivo (24,1 %), la edad (19,5 %) y el sexo (18,3%), con mayor incidencia en mujeres. La disminución de la densidad ósea y la falta de visión (con un 14,9% cada una), las enfermedades crónicas (13,7 %), la depresión (12,6 %), la aparición de mareos y vértigo (11,4 %) y la disminución de la masa ósea índice (10.3 %), que debilita la capacidad de absorber y disipar las fuerzas de impacto, fueron factores de incidencia intermedios. Finalmente, la incontinencia urinaria, la hipotensión ortostática, el dolor, los cambios en los tejidos blandos, los problemas auditivos y el peso corporal, con una incidencia entre el 3,4 y el 4,5%, fueron identificados como causas y factores de riesgo de comportamiento con menos referencias en la literatura revisada.
Con respecto a las causas ambientales y los factores de riesgo, se encontró que los ambientes domésticos inseguros (17,2 %) y al aire libre (16 %) tuvieron la mayor incidencia. Las caídas de camas de hospital, las ayudas para la movilidad (por ejemplo, los andadores) y la colisión contra objetos solo se referenciaron de una a dos veces.
Por último, las causas socioeconómicas y los factores de riesgo de caídas incluyeron el acceso limitado a los servicios sociales y de salud (2,2%), los bajos ingresos y el bajo nivel educativo (2,2 %) y la falta de interacciones sociales (1,1 %). Esta categoría tuvo el menor número de referencias en la literatura, en comparación con las otras categorías de causas y factores de riesgo.
Si se establece un perfil para una persona mayor con un alto riesgo de caídas basado simultáneamente en las causas y los factores de riesgo más referenciados en las cuatro categorías, se puede esperar que el riesgo general de caídas y la consiguiente gravedad de la lesión para esa persona sea muy alto.
Consecuencias físicas de las caídas y efectos fisiológicos
Las caídas en los ancianos se asocian con una gran diversidad y heterogeneidad de consecuencias físicas no deseadas, que pueden ser más o menos graves. Se consideraron cuatro categorías principales para las consecuencias físicas: fracturas, moretones, lesiones y” otras ” consecuencias físicas. También se definió una quinta categoría, centrada en los efectos fisiológicos asociados a las consecuencias físicas de las caídas.
Los resultados relativos a las consecuencias físicas y los efectos fisiológicos de las caídas se muestran en la Tabla 3. Se observó que las fracturas (como consecuencia de caídas) pueden ocurrir en casi todas las regiones del cuerpo. Sin embargo, la fractura de cadera y las fracturas óseas indiferenciadas son las más referenciadas en la literatura, con una incidencia del 37,9 y el 27,5%, respectivamente.
Los moretones en la cabeza por caídas, con una incidencia del 10,3%, fueron la consecuencia física más referida en la categoría de moretones.
Para la categoría de lesiones, la incidencia de referencias en la literatura es más homogénea que en otras categorías. Las lesiones más referenciadas son los tejidos blandos y las extremidades superiores, con una incidencia de 6,8 y 5,7%, respectivamente. Las lesiones en los codos son las que tuvieron la menor incidencia, es decir, el 2,2%.
Para otras consecuencias, las laceraciones con 8% y las dislocaciones con 5,7% de incidencia fueron las más referenciadas en la literatura. Esta categoría también incluyó esguinces, hematomas y dolor, pero estos fueron identificados en la literatura en menor medida.
También se identificaron los efectos fisiológicos de las caídas de ancianos. Los dos efectos con mayor incidencia de referencias fueron muerte y morbilidad, con 21,8 %, y deterioro funcional, con 20,6 %. Otros efectos aún significativos fueron la inactividad, con 14,9 %, la dependencia funcional y la pérdida de autonomía, con 13.7 %, y depresión, con incidencia de 10,3%.
Este análisis revela una posible relación causa-efecto entre los diferentes efectos fisiológicos. Por ejemplo, la depresión puede conducir a una mayor dependencia funcional; de la misma manera, la inactividad puede conducir a una disminución funcional. Por otro lado, el estado de incapacidad física y dependencia funcional como resultado de una caída puede retraer la capacidad de participar en las actividades de la vida cotidiana y aumentar la probabilidad de depresión. Estas interrelaciones entre las causas se estudiarán más a fondo en la labor futura.
Intervenciones para la prevención, rehabilitación y minimización de caídas
Muchas acciones, estrategias y mecanismos pueden—y han sido—empleados para los aspectos de prevención, minimización y rehabilitación de caídas de ancianos. Las diferentes intervenciones se pueden clasificar en tres grupos: el primer grupo consiste en intervenciones físicas, el segundo de intervenciones ambientales y el tercero con intervenciones conductuales. Para cada uno de ellos, uno puede corresponderlos a las tres etapas asociadas con las caídas: el momento antes de la caída (intervenciones para prevenir caídas), el tiempo durante la caída (intervenciones para minimizar las consecuencias de las caídas) y el momento después de la caída (intervenciones relacionadas con la rehabilitación de las consecuencias de las caídas).
Las diferentes intervenciones, relacionadas con caídas, así como el porcentaje respectivo de referencias de incidencia, se indican en la Tabla 4. Para cada tipo de intervención (física, ambiental y de comportamiento), la tabla 4 también muestra en qué etapa del evento de otoño se pueden aplicar (prevención, minimización y rehabilitación). Tenga en cuenta que estas etapas no son mutuamente excluyentes.
Las intervenciones físicas son las que representaron la mayor incidencia: en particular, el ajuste de medicamentos con una incidencia del 18,3%, los sistemas de recubrimiento de protección de cadera con una incidencia del 17,2% y el uso de programas de fortalecimiento nutricional con una incidencia del 11,4%.
Las intervenciones ambientales fueron las que presentaron la menor incidencia y se limitaron esencialmente a cambios en el hogar y el entorno público para reducir el riesgo de caída, con una incidencia de 11,4%. Tenga en cuenta también que la otra intervención “eliminación de obstáculos en el hogar” está directamente relacionada con la primera.
Finalmente, en las intervenciones conductuales, la mayor incidencia, de 21,8%, se encontró para la realización de actividades y ejercicio. El uso de métodos de rehabilitación basados en el entrenamiento de la marcha y el manejo de los factores de riesgo de caídas múltiples, con una incidencia de 14,9 y 10,3 %, respectivamente, también fueron tipos de intervenciones conductuales relevantes.