Charles Griffes
Nacido en Elmira, Nueva York, el 17 de septiembre de 1884, Griffes mostró un interés temprano en la pintura y el drama. Recuperándose de la fiebre tifoidea a los 11 años, se fascinó con la práctica de los clásicos europeos al piano de su hermana Katharine, y se dispuso a dominar el instrumento. A los 13 años comenzó sus estudios con Mary Selena Broughton, quien siguió siendo su mentora y amiga durante toda su vida. Fue la señorita Broughton quien financió el viaje de Griffes a Berlín en 1903, donde estudió durante cuatro años, los dos últimos con Humperdinck. Al igual que para MacDowell y otros estadounidenses en el extranjero, la experiencia alemana sumergió a Griffes en el espíritu romántico; le permitió dominar el idioma y encontrar artistas prominentes como Richard Strauss, Ferruccio Busoni, Isadora Duncan y Enrico Caruso. Además, formó un estrecho vínculo personal con un compañero de estudios y compositor nacionalista alemán, Konrad Wölcke, que ayudó a Griffes en los tiempos de dificultades financieras que siguieron a la muerte de su padre en 1905 y que alentó sus dotes compositivas.Cargado de apoyo para su madre viuda y su familia, Griffes regresó a Estados Unidos en 1907 para tomar un puesto como instructor de música en la Escuela Hackley en Tarrytown, Nueva York. Lo que esperaba que fuera una situación temporal duró hasta su muerte, y Griffes fue con frecuencia infeliz en su vida como maestro de escuela. No solo sus habilidades superaron con creces sus deberes y su pequeño salario, sino que se debió sentir cada vez más aislado emocional y artísticamente. Ni su genio como compositor ni su homosexualidad autoproclamada pudieron expresarse públicamente en Hackley, y con el advenimiento de los sentimientos antialemanes de la Primera Guerra Mundial, Griffes se sintió a la deriva de sus amigos y lazos europeos. Esta sensación de aislamiento y falta de aprecio sin duda llevó a Griffes a trabajar aún más para encontrar reconocimiento por su trabajo en el mundo profesional. Tuvo éxito en conseguir a G. Schirmer publicó sus primeros ajustes alemanes, aunque a medida que su música se volvió menos convencional, sus composiciones fueron rechazadas por el establecimiento editorial de música.
Defendido por Farwell y Busoni, finalmente vio un repunte en su fortuna artística a partir de 1914, al igual que su vida personal adquirió cierta estabilidad en un enlace continuo con un policía de Nueva York. En los seis años restantes de su vida, produjo sus composiciones más importantes, entre ellas The Pleasure Dome of Kubla Khan, una obra orquestal de 1917 inspirada en el poema de Coleridge, que reveló las inclinaciones orientalizantes del compositor; la Sonata para piano de 1918; el Poema para Flauta y Orquesta de 1919; y las Cinco Piezas inacabadas para Piano. Griffes dio más recitales, expandió sus contactos con músicos prominentes de la época y atrajo avisos cada vez más apreciativos de los críticos, que culminaron con la entusiasta recepción de su poema, dado por la Sinfónica de Nueva York bajo la batuta de Walter Damrosch, recibido el 16 de noviembre de 1919, y el triunfo de Kubla Khan el 28 de noviembre con Pierre Monteux y la Sinfónica de Boston.
Estos éxitos incondicionales pronto se volvieron agridulces. Víctima de problemas pulmonares y cardíacos, así como de exceso de trabajo y tensión emocional, Griffes colapsó en Hackley en diciembre de 1919. Ni una estancia en un sanatorio ni una cirugía pudieron curarlo, y murió en el Hospital de Nueva York el 8 de abril de 1920.
Además de su legado de obras instrumentales, Griffes dejó un considerable cuerpo de canciones que variaron en estilo desde los primeros escenarios románticos alemanes hasta aquellos informados por su interés en el impresionismo francés y el arte asiático. Con frecuencia apodado “ultra moderno” por los críticos de la época, sus canciones maduras, como Three Poems (de Fiona Macleod), Four Impressions (ajustes de Oscar Wilde), o Cinco Poemas de la Antigua China y Japón, demuestran la sensibilidad de Griffes a la voz, obtenida de sus amistades con cantantes como Eva Gauthier y Laura Moore Elliot, y sus dones pianísticos, así como una considerable complejidad y sofisticación de melodía, textura y armónicos.
–Thomas Hampson y Carla Maria Verdino-Süllwold, PBS I Hear America Singing