Conciencia Consciente

3.1 Estereotipos implícitos

Con sus raíces en las ideas de Allport y Tajfel, la noción de que los estereotipos pueden operar sin conciencia consciente, intención consciente y control consciente no es sorprendente. De hecho, a lo largo del siglo XX, los experimentos han demostrado que, de una forma u otra, los estereotipos surgen espontáneamente de la categorización inicial y continúan teniendo una vida propia independiente de la voluntad consciente. Sin embargo, sería justo decir que un interés directo en la cognición social implícita o inconsciente es relativamente reciente, con aportes teóricos de las teorías de la vida mental inconsciente y aportes metodológicos del desarrollo de nuevas herramientas y técnicas de medición.

Contrasta las siguientes dos medidas de estereotipos. Se le pide al encuestado que indique, utilizando una escala de autoinforme verbal tradicional, el grado en que los afroamericanos son académicos y atléticos. O bien, se le pide a un encuestado que combine rápidamente palabras como ‘erudito’ y ‘atleta’ con caras de afroamericanos, y se mide el tiempo para hacerlo. La primera medida asume la capacidad de responder sin preocupaciones de autopresentación, y lo que es más importante, asume la capacidad de ser capaz de reflexionar adecuadamente sobre el contenido de los pensamientos de uno y proporcionar una indicación precisa de la compleja asociación entre la raza y los atributos psicológicos. La segunda medida, aunque no está dentro de la visión tradicional de la evaluación de estereotipos, proporciona una medida de la fuerza de asociación entre el grupo y los atributos. Se ha tomado esta medida como un indicador del estereotipo y de su fuerza. Para investigar la manera implícita o automática en que los estereotipos de grupos sociales pueden expresarse, los investigadores han utilizado una variedad de técnicas, desde medir latencias de respuesta (es decir, el tiempo para hacer una respuesta) hasta examinar errores en la memoria y sesgos en informes lingüísticos. El mayor cuerpo de trabajo ha utilizado las latencias de respuesta como indicadores de estereotipos y prejuicios automáticos y los datos de tales medidas han producido varios resultados nuevos y debates sobre ellos (véase Banaji 2001).

Los estereotipos pueden activarse mediante la mera presentación de símbolos de grupos sociales o atributos relacionados con grupos. Parece que aunque los prejuicios y estereotipos conscientes han cambiado, sus expresiones automáticas menos conscientes son sorprendentemente fuertes. Medido por la Prueba de Asociación Implícita (Greenwald et al. 1998) los estereotipos automáticos parecen existir en forma robusta; los grandes tamaños de efectos son el sello distintivo de los estereotipos automáticos(véase Nosek et al. en prensa). También se ha utilizado ampliamente una medida de cebado en la que los pares de cebados se presentan en estrecha sucesión y latencia de respuesta al objetivo que sirve como medida de estereotipos automáticos. Por ejemplo, las respuestas son confiablemente más rápidas para los nombres de pila femeninos (“Jane”) cuando la palabra inmediatamente anterior es estereotipadamente consistente (“enfermera”) que inconsistente (“médico”). Tales efectos se obtienen con palabras e imágenes y se generalizan a una variedad de grupos sociales.

Dadas las consecuencias socialmente significativas del uso de estereotipos, se han examinado las investigaciones de la variabilidad y maleabilidad de los estereotipos automáticos. La investigación se ha centrado en la relación entre las expresiones conscientes e inconscientes de estereotipos y prejuicios. Como mostró Devine (1989), la evidencia de estereotipos raciales automáticos está presente independientemente del grado de prejuicio consciente hacia los afroamericanos. Además, Banaji y Hardin (1996) demostraron que los estereotipos de género automáticos se manifestaban independientemente de la aprobación de actitudes y creencias conscientes sobre el igualitarismo de género. Tales resultados apuntan a la disociación entre estereotipos sociales conscientes e inconscientes, pero está claro que una disociación simple puede no capturar de manera adecuada o precisa esta relación. Más bien, los resultados están ahora disponibles que indican que aquellos con niveles más altos de prejuicio consciente también pueden mostrar niveles más altos de prejuicio automático o implícito. Parece que los estudios que utilizan múltiples medidas de cada estereotipo y herramientas estadísticas para descubrir factores latentes arrojarán evidencia a favor de una relación entre estereotipos conscientes e inconscientes, al tiempo que revelan su naturaleza única y no superpuesta.

Las cuestiones relativas a la controlabilidad de los estereotipos automáticos son objeto de acalorados debates (Fiske 1998). Parece que el deseo de creer que los estereotipos pueden controlarse, tal vez debido a sus consecuencias sociales perniciosas, puede dar lugar a la evaluación ilusoria de que son realmente controlables. Los estereotipos automáticos no parecen controlarse mediante actos ordinarios de voluntad consciente. Sin embargo, los patrones habituales de pensamiento, sentimiento y comportamiento hacia grupos sociales que se cohesionan con sistemas de valores e ideología más amplios parecen predecir respuestas automáticas. Además, Greenwald et al. (en prensa) han demostrado que la identidad automática con el grupo puede predecir los estereotipos que se mantienen sobre el grupo y las actitudes hacia él, y han presentado una teoría unificada del yo, los estereotipos de grupo y las actitudes. En apoyo, han encontrado que las actitudes hacia las matemáticas y la ciencia se pueden predecir por la fuerza del estereotipo automático de que las matemáticas son masculinas o masculinas. Las mujeres que tienen un estereotipo más fuerte de MATEMÁTICAS = masculinas también muestran actitudes más negativas hacia las matemáticas.

Los efectos de intervenciones menores para activar asociaciones incongruentes de estereotipo (por ejemplo, fuerte femenino) se pueden detectar en estereotipos automáticos más débiles (Blair et al. en prensa). Tales hallazgos apuntan a la flexibilidad de las representaciones de estereotipos sociales. Aunque la categoría “mujeres fuertes” puede ser contra-estereotipada, las intervenciones que resaltan esta asociación pueden producir una disminución del estereotipo predeterminado de MUJER=débil. La posibilidad de tales estrategias para inducir un cambio en los estereotipos automáticos y el potencial de rastrear estereotipos a través de medidas de activación conductual y cerebral tiene el potencial, en el futuro, de informar sobre la representación de estereotipos, el proceso, el contenido y los mecanismos para el cambio social.

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