Enfoque cognitivo-conductual
La terapia cognitivo-conductual (TCC) se deriva de teorías de aprendizaje; se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XX. El enfoque de TCC se centra en las formas de pensar y comportarse de los clientes, así como en la relación entre sus pensamientos, sus acciones/reacciones y cómo se sienten. Como su nombre lo indica, funciona identificando y modificando los pensamientos y comportamientos que pueden estar causando dificultades a los clientes, lo que luego ayuda a mejorar su estado de ánimo. Más recientemente, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y la atención plena son estrategias complementarias que se han añadido al enfoque de TCC con el fin de aumentar las capacidades de los clientes para estar presentes en el momento y hacer frente a su inseguridad emocional. El objetivo de la TCC es enseñar a los clientes que, si bien no pueden controlar todos los aspectos del mundo que los rodea, pueden tomar el control de cómo interpretan y manejan las cosas en su entorno.
La terapia cognitivo-conductual generalmente es a corto plazo (de tres a seis meses) y se centra en ayudar a los clientes a lidiar con un problema muy específico. Durante el curso del tratamiento, los clientes aprenden a identificar y modificar patrones de pensamiento inadaptados que tienen una influencia negativa en sus comportamientos. El concepto subyacente detrás de la TCC es que nuestros pensamientos y sentimientos juegan un papel fundamental en nuestro comportamiento.
Con el uso de estrategias basadas en la evidencia, como la desensibilización sistemática o la reestructuración cognitiva, la TCC permite a los clientes participar activamente en la resolución de problemas. El enfoque de TCC se utiliza comúnmente en el tratamiento de una amplia gama de trastornos, incluidos los trastornos de ansiedad (fobias, ansiedad generalizada, etc.).), adicciones, trastornos del estado de ánimo (depresión o manía), dificultades de comunicación, así como problemas de autoestima y confianza.