John Colet
En el párrafo introductorio, Colet concluye afirmando que su presencia se debe a la necesidad de que el Concilio considere una reforma de la Iglesia. En primer lugar, Colet critica el estilo de vida de los sacerdotes. Colet explica que los sacerdotes deben ser un ejemplo para los demás como un faro de luz, porque si en cambio son figuras de oscuridad, la Iglesia se verá envuelta por la oscuridad. Colet cita cuatro males, haciendo referencia al Apóstol, que constituyen la vida sacerdotal corrupta: orgullo diabólico, concupiscencia carnal, codicia mundana y ocupaciones mundanas.
En primer lugar, con respecto al orgullo de la vida, Colet cree que los sacerdotes de la época estaban más consumidos por el honor y la dignidad que uno podía recibir al ser parte del sacerdocio. El servicio a la Iglesia debe ser solo un servicio humilde.
En segundo lugar, muchos sacerdotes participan en la lujuria por la carne: banquetes y banquetes, conversaciones vanas, deportes, juegos, caza y venta ambulante. Están “ahogados en los placeres de este mundo” y “patrocinan a los que atienden a su placer”.
En tercer lugar, la codicia es el tercer mal mundano, que también se conoce como lujuria. Colet llama a esto una plaga que ha alcanzado a muchos sacerdotes y cegado a muchos. Muchos participan en la Iglesia solo por la esperanza de riquezas y promociones. Los sacerdotes olvidan que deben estar interesados en el bien que pueden hacer más que la cantidad de riquezas que pueden ganar. Pablo llamó a la codicia la raíz de todos los males. De él, se acumulan beneficios, incluyendo pensiones y diezmos. Colet afirma que: “toda corrupción, toda la ruina de la Iglesia, todos los escándalos del mundo, provienen de la codicia de los sacerdotes”.
El cuarto mal surge porque los sacerdotes se han vuelto más siervos de los hombres que siervos de Dios. Según Pablo, se supone que los sacerdotes son intermediarios entre los hombres y Dios. Como tal, la guerra solo debe ser de naturaleza espiritual y reflejar a Jesús. Además, necesitan orar, leer y meditar con respecto a las Escrituras. Deben entregar la palabra de Dios, dar los sacramentos de la salvación, hacer sacrificios por las personas y celebrar misas por las almas de las personas.
Colet luego pasa a discutir la necesaria reforma del clero. Pablo ordena que la gente debe “ser reformada en una nueva mente”. La gente debe recurrir a la humildad, la sobriedad, la caridad y las ocupaciones espirituales. La reforma debe comenzar con los sacerdotes para que pueda extenderse por toda la Iglesia. Colet no está de acuerdo con la creación de nuevas leyes; en cambio, piensa que las antiguas leyes simplemente deben hacerse cumplir.
Colet cree que varias cosas son importantes: una vida buena, pura y santa, una moral aprobada, un conocimiento moderado de las Escrituras, el conocimiento de los Sacramentos, el temor de Dios y el amor a la vida celestial.
Finalmente, Colet insta a “volver al Dios del amor y de la paz; volver a Cristo, en quien está la verdadera paz del Espíritu que sobrepasa todo entendimiento; volver a la verdadera vida sacerdotal”. “Reformaos en la novedad de vuestro entendimiento, para que sepáis las cosas que son de Dios, y la paz de Dios estará con vosotros”.