La percepción del color
Visión del color
Una de las teorías más exitosas de la visión del color, la teoría tricromática, fue propuesta por primera vez alrededor de 1801 por Thomas Young, un médico inglés, y refinada unos 50 años más tarde por el científico alemán Hermann von Helmholtz. Basada en experimentos en la coincidencia de colores, esta teoría postula tres tipos de receptores de color en el ojo. La existencia real de tales células receptoras, conocidas como conos (por su forma), se confirmó finalmente a principios de la década de 1960. Los tres tipos de conos tienen sensibilidades máximas en las regiones azul, verde y roja del espectro, con picos de absorción cerca de 445 nm, 535 nm y 565 nm, respectivamente. Estos tres conjuntos a menudo se designan como S, M y L por su sensibilidad a longitudes de onda cortas, medias y largas. La teoría tricromática explica que la visión del color resulta de la intensidad relativa de respuesta de los conos S, M y L. (La estimulación igual de los tres da la percepción de blanco. Obviamente, existe una estrecha conexión entre esta teoría tricromática y el sistema de valores tristímulos.
Una de las fortalezas de la teoría tricromática es que la existencia de varios tipos de daltonismo puede explicarse simplemente como la falta de función de uno o más conjuntos de conos. Si un conjunto de conos no funciona, el resultado es el dicromatismo. Las personas con deuteranopía (falta el conjunto M) o protanopía (falta el conjunto L) perciben solo azul y amarillo. En la tritanopía, mucho más rara, faltan los conos S, y solo se perciben verdes y rojos. Las personas que no tienen un sistema de cono funcional sufren de un monocromatismo extremadamente raro y solo pueden percibir grises.
Aunque la teoría tricromática parece explicar mucho sobre la visión del color, otras teorías también han sido apoyadas y estudiadas, especialmente la teoría del proceso oponente. Propuesto por primera vez por el fisiólogo alemán Ewald Hering en 1878, este enfoque supone que la visión del color involucra tres mecanismos, cada uno respondiendo a un par de opuestos, a saber, claro—oscuro, rojo–verde y azul–amarillo. Se basa en muchas observaciones psicofísicas, incluido el hecho de que el azul y el amarillo (y también el rojo y el verde) no pueden coexistir en ningún color percibido; no hay amarillos azulados (o verdes rojizos). Varios de los efectos de contraste y de imagen posterior se pueden explicar de manera muy sencilla con este enfoque.
Ahora se reconoce que las teorías del proceso tricromático y del oponente no son incompatibles. Se han combinado en varias teorías de zonas, que postulan que los conos funcionan de manera tricromática en una zona, mientras que en otra zona las señales de los conos se combinan en células neuronales para producir una señal acromática (blanco–negro) y dos señales cromáticas (azul–amarillo y verde–rojo), que luego se interpretan en el cerebro. Aunque está claro que las teorías de zonas, que abarcan tanto las teorías del color tricromático como las del oponente, tienen pleno éxito en explicar los muchos aspectos de la percepción del color, aún quedan detalles por resolver.